jueves, 17 de marzo de 2016

360 metros. La Lokomat


Continuo con mi rehabilitación. Es un trabajo duro, continuo y constante. No podría hacerlo sin el apoyo diario de fisioterapeutas, neuropsicólogos y profesionales que no sólo marcan ritmos , ejercicios y terapias sino que soportan estados de ánimo muchas veces complicados. Porque la recuperación física  debe ir acompañada de la anímica. Ya he escrito en este blog sobre las heridas emocionales que provoca un ictus. Se van curando; pero quedan cicatrices: Inseguridades, miedos, vértigos, impaciencias, sensibilidades, necesidades vitales… Al igual que una cicatriz recuerda un accidente o una lesión, éstas recuerdan un estado crítico, un abismo, una terrible vulnerabilidad, una caída libre .  Y así como las cicatrices pueden producir picores éstas producen reacciones difíciles muchas veces complicadas para la gente que te rodea. Más mérito para todos ellos.
Pero Hoy Ha ocurrido algo sensacional. Hoy Me han subido a la Lokomat, un sofisticado aparato que posibilita el entrenamiento del patrón de marcha. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, he vuelto a caminar. Mi cerebro lo ha entendido así. Sin muletas y moviendo ambas piernas de forma coordinada . Hoy no sólo he hecho ejercicio físico bueno para mis miembros inferiores. Hoy, hemos trabajado sobre una de esas cicatrices que permanecen en mi cerebro. “ Necesidad de  caminar solo”. Experimentar que recorro metros y mis pies avanzan por el suelo. Lo necesitaba. Sin muleta. Sin una o varias personas atentas a mi equilibrio y posible caída. Ha sido fantástico.

 Han sido  360 metros en poco más de 13 minutos. No es una gran marca, ni lo pretendía, pero para mí ha sido oro olímpico. Más que eso.
Siempre he pensado que la tecnología, como la economía, tiene que estar al servicio de las personas. Creo que por eso mi trabajo en Apple fue algo más que trabajo. Hoy he usado la Lokomat, La Fundación Lescer dispone de una para sus pacientes. Cúanto me hubiera gustado abrazar a los ingenieros que la diseñaron, a los técnicos que la instalan y la mantienen. Cúanto agradecerles la utilidad de sus esfuerzos, la grandeza de su producto. Para mí. para las personas. No para accionistas sin rostro o para el capital sin conciencia.
Repetiré. Yo y muchos como yo.
Ya queda menos y, muy pronto, incluso, hasta decidiré si ir a izquierda o a derecha. 
Al tiempo.