La próxima semana, el 31 de enero, se cumplen
cuatro años desde que me golpeó el ictus. Ese día será mi “Recumpleaños”, pues
ese día morí y volví a nacer. En cuatro años han pasado muchas cosas y es
tiempo de reflexionar: He aprendido que hay mucha gente dispuesta a ayudar a
cambio de muy poco, que existen excelentes profesionales, terapeutas, médicos,
fisios, trabajadores sociales, auxiliares…. Que derrochan profesionalidad,
paciencia y comprensión. Con ellos he avanzado y el camino se ha hecho más
llevadero.
He aprendido la importancia de la familia,
fuerza extraordinaria capaz de proezas y milagros.
He aprendido que alrededor de la dependencia
hay héroes, sonrisas y muchas lecciones que recordar. También, lamentablemente,
y como es normal en una sociedad infectada por el virus liberal y el
capitalismo sin alma hay quien hace de la dependencia un negocio. Me refiero a
lo excesivos precios de las ayudas técnicas: prótesis, órtesis, sillas,
adaptaciones, recursos. Y en la mercantilización de algunos servicios.
Me gusta decir que “donde hay una necesidad
hay un derecho”. Pero hay quien con tremenda habilidad es capaz de transformar
la sentencia en “donde hay una necesidad hay un negocio”. O tempora, o mores.
Ha sido Cuatro años difíciles, superando
secuelas físicas y emocionales, Éstas más profundas, más complejas que las
otras. Hay que esforzarse día a día. Mas ahora, cuando los avances son más lentos
que hace unos años y el camino se presenta tedioso y largo. No es fácil vivir inmerso
en la dependencia, hay que olvidar la vulnerabilidad y el miedo para dar
siempre el siguiente paso. Siempre uno más. Hay que blindar el buen semblante y
jugar al escondite con la desesperación y el mal carácter, ¡Que no te
encuentren! ¡Corre y sálvate! ¡Por ti y
todos tus compañeros!
Desde comer sin ayuda hasta abrir la puerta de
casa cuando llega el reparto del supermercado, cada pequeño triunfo debe ser
festejado como el más grande de los logros, pero sin perder el foco y en
seguida luchar por el siguiente
Estoy contento, tengo que celebrar que he
aprovechado el tiempo. Tiempo, Ese fue el premio que me cayó en suerte hace
cuatro años: mucho tiempo para hacer cosas. Y los premios caídos del cielo no
deben desaprovecharse jamás, así, He publicado un libro y no será el último,
volví a ver el mar, salí a cenar con amigos e intento colaborar en la
trasformación de mi entorno. Sé
que no
soy el más útil, ni el mejor
preparado, pero creo en la fuerza colectiva y cada gota de lluvia
acabará llegando al mar para convertirse en ola trasformadora. Es el ciclo del
agua, el ciclo de la vida.
Es tiempo también ahora de fijarse nuevas
metas:
Elevar el tono de voz para mejorar mi
comunicación oral, mejorar la postura corporal aún vencida hacia un lado,
mejorar el patrón de marcha que ésta sea más ágil y segura. Sueño el día en que
pueda salir a pasear tranquilamente por mi barrio un día soleado de primavera.
Debería liberar mi alma de susceptibilidades
adquiridas y barnizarla con una gruesa capa de confianza y tranquilidad.
Gutta cavat lapidem.