jueves, 13 de diciembre de 2018

Vale quien sirve


 Un día cualquiera, en un segundo, sufres un ictus.
Más tarde, ya en la UCI, sales del coma y tras meses de hospitalización por fin vuelves a tu hogar. Entonces te sientes perdido, confundido, con la mochila llena de secuelas y con una enorme angustia que atenaza tu voluntad.
La inseguridad se ha convertido en tu compañera y el miedo a la soledad se hace fuerte en ti. Sientes que no vales ya para casi nada, que tu pasado de éxitos o fracasos, tu vida personal y tu futuro se ha truncado para siempre,
Estás fuera de sitio, dependiente físicamente y malherido en el alma.
Es en ese momento cuando debes mirar al frente, cubrirte con el cálido manto de la humildad y buscar en tu interior.
Yo tengo grabada allí una frase que aprendí de mi familia, cincelada en mi piel juvenil con el ejemplo de los mejores:
“vale quien sirve.”
Me agarré a esa frase como quien se aferra al estandarte enarbolado en el campo de batalla. Ese que te anima a avanzar a pecho descubierto por un campo minado y frente al fuego enemigo.
“Vale quien sirve”.Con esa idea en mi cabeza sentí que debía esforzarme día a día en trabajar sin descanso para “valer”. Yo debía buscar, entre lo poco que me quedaba,aquello que pudiera utilizar para “valer”. Comprendí que Hasta lo más ínfimo se puede utilizar. Cualquier jirón de uno mismo puede ser una herramienta. Sólo hay que encontrarle un fin y lanzarse a ello con esfuerzo, generosidad y sacrificio.
La sonrisa fue mi primer descubrimiento. Sonreír a los que te cuidan, los que te aman, los que se preocupan por ti. Una sonrisa puede ser una gran herramienta y una recompensa enorme para muchos de los que te rodean.
Mi segundo descubrimiento fue todavía más emocionante para mí: Dios había querido que mi espíritu creativo quedara no sólo intacto sino revitalizado tras el ictus.
No podía desaprovecharlo.
Superé mis dudas y me lancé a la creación literaria. Através de varios poemas, relatos y dos libros ya publicados intento desde entonces llegar al corazón de la gente y regalar breves instantes de revolución interior.
Pero todo aquello no era suficiente y a fuerza de tener la mente siempre en guardia y dispuesta encontré otra ruta hacia puestos de servicio:


La creación de una App: la aplicación Mapcesible, concebida para ayudar a las personas con movilidad reducida a estar más seguras en sus desplazamientos y a facilitarles la programación de sus salidas de ocio. Hace unas semanas con la ayuda de la Fundación Telefónica y a la Fundación Lescer presentamos al público la App y a día de hoy ya cuenta con más de 20.000 sitios clasificados y convenientemente evaluados en cuanto a su accesibilidad. El número crece día a día porque muchas personas se bajan la app y voluntariamente evalúan nuevos sitios en beneficio de todos. Un ejemplo de   inteligencia colectiva y respuesta colaborativa puesta en marcha.
El día de la presentación se me acercaron varias personas con discapacidad y me dieron las gracias. Uno de ellas me dijo:
    “Esta aplicación me va a cambiar la vida, mi más sincero agradecimiento desde el corazón”.

En ese momento me sentí feliz, comprendí que la aplicación servía, que yo servía
Me sentí pagado: “Vale quien sirve”





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