Estoy muy agradecido a la editorial Acen por
haber seleccionado uno de mis relatos cortos para su publicación en el libro “Para
Olimpia.” El libro está dedicado a un ejemplo de mujer, Olimpia de Gouges y los
70 relatos que lo componen tienen como denominador común la igualdad entre
mujeres y hombres.
La selección del mío me anima a seguir
escribiendo y a esforzarme todavía mas en una actividad que me apasiona.
El relato es éste:
Kiyoaki
Llevaba en esa
posición una eternidad. Kiyoaki era un ser eterno. Había iniciado su camino
desde la confusión. Ese era el camino del Tao, la búsqueda del equilibrio a
través de la meditación, la perseverancia y el recogimiento.
Kiyoaki había tenido
éxito y había logrado ver lo invisible. Poco importaba que su misión durara
miles de años, Kiyoaki podía ya fluir como el tiempo y llegaría a su destino
siendo inmortal.
Kiyoaki recordaba
todo porque los recuerdos son destellos luminosos que iluminan el conocimiento.
Había aprendido a controlarlos a voluntad por lo que su sabiduría era infinita.
En su largo reposo, pudo desprenderse de conflictos y actitudes destructivas.
Su misión era clara: atravesar los confines del universo y dar testimonio de su
aprendizaje.
Sabía que no sería
una tarea fácil, se dirigía a un lugar en conflicto con la naturaleza, un lugar
viciado de vanidad, en permanente pugna de fuerzas opuestas: vida o muerte,
pobreza o riqueza, construcción o destrucción placer o sufrimiento, positivo o
negativo, mujer u hombre.
Kiyoaki había conseguido alcanzar la longevidad en
plenitud y comprendía la igualdad de lo opuesto como fuerzas que forman parte
de una única naturaleza. Kiyoaki no tiene género.
No hay comentarios:
Publicar un comentario